viernes, 29 de mayo de 2009

El éxodo rural:

Además de la emigración a Europa, se produce un auténtico éxodo del campo a la ciudad. Con este éxodo rural la sociedad española se urbaniza definitivamente, y se asimila a cualquier otro país desarrollado. La corriente migratoria, primero se dirige del campo a la capital de la provincia, luego a las regiones industrializadas, y por último a Europa. Los polos de desarrollo que se crean en el franquismo también son zonas de inmigración.
Llamamos éxodo rural a un fenómeno de emigración masiva de los pueblos españoles que tuvo lugar en los años 60. El destino de estos emigrantes fueron las ciudades industriales de España: Barcelona, Madrid y País Vasco; y Europa. Gracias a ese proceso la población española pasa de ser mayoritariamente rural a ser plenamente urbana (más del 70%), el país se industrializa y las rentas del campo pueden sostener a las familias que viven de él.
A diferencia de las migraciones exteriores, que no suelen ser definitivas, las migraciones a las ciudades sí lo son, y raramente quien ha emigrado a un núcleo urbano regresa a su pueblo. Aunque vuelva durante los periodos vacacionales o tras la jubilación.
La emigración del campo a la ciudad no es un fenómeno exclusivamente contemporáneo, siempre ha tenido lugar, en mayor o menor medida, pero en la España del desarrollismo alcanzó cifras espectaculares, más de 300.000 personas al año. La corriente de urbanización definitiva había comenzado durante la segunda República, pero la guerra civil no sólo cortó el proceso, sino que hizo regresar a gran número de personas al campo, y es que en la larga posguerra y los años del hambre sólo la vida en el campo garantizaba un poco de pan, a costa de vivir miserablemente.
Estos espectaculares movimientos de población se explican por la situación económica que imperaba en el campo, y la necesidad del país de crear una industria y por lo tanto un proletariado industrial desvinculado del campo. Las labores del campo en los años 40 y 50 tenían un carácter temporal, y sus rendimientos eran muy bajos. Ello encubría situaciones de paro y trabajo estacional, ya que había gran número de jornaleros que sólo encontraba trabajo en las épocas agrícolamente activas: siembra y recogida, principalmente. Las situaciones de minifundio y latifundio agravaban el panorama laboral. Tras el Plan de Estabilización de 1959 y el desarrollo de la concentración parcelaria las necesidades de mano de obra jornalera disminuyeron, y la falta de salida laboral impulsó a muchos de ellos a la emigración. La mecanización del campo fue definitiva, lo que contribuyó a que la emigración del campo también lo fuese.
Las provincias más afectadas por el éxodo rural son aquellas en las el proletariado rural era más numeroso: Badajoz, Córdoba, Jaén, Granada, Ciudad Real, etc. Es decir, Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha. Un porcentaje importante de la emigración rural se asienta en la capital de su provincia, aunque la mayoría tendrán como destino ciudades extraprovinciales: Barcelona (más de 400.000), Valencia, Madrid, Bilbao, San Sebastián, Zaragoza y Alicante; y Europa.
Las consecuencias más llamativas del éxodo rural han sido: la despoblación del campo, el envejecimiento y el aumento del índice de masculinidad. La despoblación ha llegado al extremo de provocar el abandono pueblos enteros, y ha supuesto la disminución de los servicios para atender a determinadas poblaciones. Sólo en los últimos años, y gracias al aumento de la calidad de vida, los pueblos mejor comunicados han vuelto a tener más actividad y más servicios, gracias a las infraestructuras que monta el Estado. No obstante, gracias a la poca presión demográfica de determinadas regiones, se han podido construir muchas infraestructuras: pantanos y autopistas.
En la misma línea que la despoblación está el envejecimiento. La falta de personas jóvenes y parejas con hijos ha supuesto un aumento de la edad media. Pero lo más grave para la economía rural es el aumento de la edad de los empresarios y los trabajadores. La mayoría de los agricultores con explotaciones tienen edades cercanas a la jubilación y no tienen heredero que prosiga con su actividad, con lo que la explotación tendrá que cerrar.
El aumento del índice de masculinidad se debe a que si bien en principio la emigración era cosa de varones, el aumento de la oferta de puestos de trabajo en el sector servicios en las ciudades españolas atrajo a ingentes cantidades de mujeres desde los pueblos, dejando a estos sin el elemento femenino necesario para crear familias.
Todo esto nos presenta un país fundamentalmente urbano, que sólo mantiene en los pueblos a las personas que pueden vivir del campo y a aquellas que viviendo de trabajos urbanos se pueden desplazar a diario del campo a la ciudad.

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